Según la propuesta legislativa del nuevo TEN-E, la electrificación del consumo final pasará del 23% actual a cerca del 32% en 2030,
lo que exigirá redes más extensas, interconectadas y digitales. Además,
el sistema eléctrico deberá integrar entre 2,2 y 2,4 TW de capacidad
renovable en 2040, con un fuerte protagonismo de la eólica marina, que
se prevé aumente hasta 360 GW en 2050.
La Comisión insiste en que estos objetivos no pueden cumplirse sin
reforzar las interconexiones. Hoy, varios Estados miembros aún están
lejos del objetivo del 15% de interconexión fijado para 2030. Las
carencias actuales, advierte Bruselas, se traducen en precios más altos
para hogares y empresas, que pagan entre dos y tres veces más por la
electricidad que sus competidores estadounidenses o chinos.
La electrificación en Europa es, en general, uno de los pilares más fuertes de la transición energética del continente. En términos amplios, mi “opinión” basada en los datos y tendencias actuales sería:
1. Reducción de emisiones:
El impulso a vehículos eléctricos, bombas de calor, ferrocarriles electrificados y redes inteligentes está ayudando a disminuir la dependencia de combustibles fósiles.
2. Independencia energética:
Después de la crisis energética de 2021–2023, Europa vio claramente la necesidad de depender menos del gas importado. La electrificación basada en renovables (solar, eólica, hidráulica) ayuda a ganar autonomía.
3. Innovación y competitividad:
Europa está invirtiendo en baterías, hidrógeno verde, infraestructura de carga y tecnologías de almacenamiento, lo que la mantiene competitiva frente a EE. UU. y China.
1. Velocidad insuficiente:
Aunque el avance es significativo, no es uniforme. Países como Noruega, Países Bajos o Suecia van muy adelantados, mientras que otros llevan un ritmo más lento.
2. Infraestructura eléctrica insuficiente:
Las redes de transmisión y distribución necesitan ampliarse y modernizarse para manejar la mayor demanda eléctrica. Esto es un cuello de botella.
3. Costes iniciales altos:
Tanto para hogares (bombas de calor, vehículos eléctricos) como para industrias, el coste inicial sigue siendo un obstáculo.
4. Regulación compleja y fragmentada:
Cada país tiene normativas distintas, lo que ralentiza la estandarización y los despliegues a gran escala.
Europa está avanzando con decisión hacia un sistema energético más limpio y electrificado, pero todavía hay brechas entre ambición y realidad. La electrificación será clave para cumplir los objetivos climáticos, pero exigirá grandes inversiones en redes, almacenamiento y regulación más coherente.